ESCRIBIR SOBRE ESCRIBIR

Hace un par de meses Carlos Guerra me dijo que si me gustaría “escribir algo sobre escribir” y lo primero que me pregunté fue y ahora, ¿qué escribo?… la literatura ha producido tan bellos y nobles textos sobre el arte de escribir que cualquier aproximación que pretendiera hacer yo que no tengo una formación específica en letras sería muy probablemente algo insustancial y no tan bellamente elaborado como lo han sido muchas maravillas editoriales.

Por lo tanto, preferí hacer algo medianamente útil y es elaborar un pequeño listado de recomendaciones que, a mi juicio, pueden llegar a ser valiosas al momento se sentarse frente a la hoja en blanco (aunque hoy en día esta no sea física, sino más bien una pantalla) para presentar un informe a la gerencia, a la junta de socios, a la asamblea de accionistas o a otro colega que son los interlocutores naturales de nuestra profesión.

La primera y fundamental es justamente esa: ESCRIBAN (si, así; con grito incluido) no se imaginan cuantos problemas se evita uno dejando por escrito observaciones, recomendaciones, o solicitudes de información; lamentablemente ya no estamos en esas lejanas épocas en que la palabra empeñada tenía todo el valor del mundo y muy pocos se atrevían a negar públicamente lo que habían afirmado en privado.  Muy por el contrario; hoy, incluso con testigos, la gente miente.   Así que para poder usar la frase de “a las pruebas me remito” hay que tenerlas (las pruebas) y por eso es preferible un correo electrónico a una llamada.

La segunda es no escribir de forma “rebuscada”, si bien es cierto que en nuestra profesión hay una base normativa alta, lo más probable es que los administradores y demás lectores de nuestros documentos no la conozcan, ya que en su gran mayoría proviene de otras disciplinas.  Así que utilizar un lenguaje sencillo (no por ello antitécnico) facilita que se entienda el objetivo de nuestra comunicación y se pueda actuar en consecuencia. Alguna vez un profesor me dijo que escribiera siempre informes que pudiera entender incluso un niño de 7 años. Si tiene tiempo y es un tema importante incluso procure o bien leerle el texto a alguien o enviárselo para que le indique posibles correcciones.

La tercera es ser breve, no hay necesidad de remontarse a los orígenes de la compañía para hacer una solicitud de elaborar un ajuste de este mes, por ejemplo.

La cuarta ¡POR DIOS!, verifiquen la ortografía; escribir con mala ortografía es como hablar con la boca llena; puede que se entienda, pero se ve horrible y a mi juicio es una grosería con quien nos lee.  Obviamente, todos tenemos en algún momento dudas con el adecuado uso de una palabra, pero para ello está www.rae.es y el corrector ortográfico de las aplicaciones.

La quinta es releer lo escrito, leyendo lo que hemos puesto en primera instancia tal como se nos viene a la mente podemos ver nuestros propios fallos y corregir, por ejemplo, la puntuación para darle un mejor ritmo a la lectura del otro o poder hacer énfasis en algún punto relevante por medio del uso de un vocabulario apropiado.

Y finalmente, aunque no he honrado aquello de la brevedad, quisiera indicar que nada ayuda más a escribir bien que leer, leer mucho y no solo normas (que evidentemente son necesarias y deben ser leídas y analizadas con detenimiento) sino literatura en general; leer sobre algo que a uno le guste, que se yo, si es fanático del fútbol seguramente “El futbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano, se puede leer sobre divulgación científica en textos agradables como los de Javier Santaolalla,  poesía melancólica como la de Alejandra Pizarnik, los clásicos si ese es su estilo, o apoyar a los nuevos talentos que brotan de todas partes del mundo llenándonos de textos maravillosos todos los días.

Si me preguntaran por mis recomendaciones personales de seguro estarían en lo internacional Julio Cortázar, Milan Kundera, Edgar Allan Poe, Juan José Millas, Annie Erneaux, José Saramago, Albert Camus y Jean Paul Sartre.  En lo local me decantaría obviamente por el infaltable Gabriel García Márquez, por Efraim Medina, Juan Gossaín, Gustavo Álvarez Gardeazabal, Mario Mendoza, Piedad Bonnet, Andrés Ospina y Héctor Abad Faciolince tan solo por citar algunos que me llegan primero a la mente.   

Leer, además de transportarnos a otras vidas, nos hace poder entender al otro con mayor empatía porque la mente recrea las imágenes de lo que va ocurriendo en el texto y a veces viendo el mundo como lo han visto otros, sintiendo sus realidades, nos podemos volver un poco más comprensivos.

Leer, desarrolla exponencialmente la posibilidad de escribir bien, disminuye el riesgo de Alzheimer, aumenta la concentración y la memoria, reduce el estrés y además si se saca un libro en el transporte público en vez de apelar a sacar el celular reduce el riesgo de ser robado ostensiblemente.  

Tal vez sea un sueño, pero quien quita que con la colaboración de todos los lectores de Impuestos con Botas algún día logremos en nuestro país equiparar a los canadienses y a los franceses en esta gráfica que muestra la relación entre lectura y producto interno bruto (ver imagen anexa). O que dentro de la lista de colegas tengamos un premio nobel escondido.

Fuente: https://lectupedia.com/es/lectura-y-pib/

 

Luz Dary Roa Echavarría

@luzdaryroaechavarria

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